CAPÍTULO 9: Epítome transgresor sin imágenes: por una guerrilla semiológica.
Hoy, la
hipnosis que generan los media no está asentada en la palabra, sino en la
imagen y ella es, pues, lo más creíble. También para ejercer un efectivo
control social.
La democracia
contemporánea se fundamentan en la «fabricación del consenso» como nos advierte
Noam Chomsky (1994, 1999) y, en gran medida, en el control, y administración de
los mensajes audiovisuales de los media.
Sólo cuando
la política, la religión o la educación se pliegan ante los fines del uso del
poder y del autoritarismo, se establece el irresoluble dilema que divide a los seres
humanos en opresores y oprimidos. Así, la imagen ha suido un elemento clave
para instaurar la «cultura de la normalidad» o la «política general de la
verdad».
Las palabras
han sufrido una erosión semántica porque ya no significan lo que eran sino que
su significado está sujeto a la finalidad para la cual se usa, es decir, tiene
significados diferentes según los contextos en los que se producen.
Los medios se
convierten así en uno de los principales aparatos ideológicos del Estado
y, sobre todo, para convertirse en un eficiente sistema doctrinario en manos
del poder financiero para «convencer» a las masas. La fuerza de la
costumbre hace parecer normal que el arte de la democracia resida en la
habilidad y estrategia de los políticos y gobernantes en la «fabricación del consenso»,
un término eufemísticamente orwelliano que viene a ser lo mismo que «control
del pensamiento».
Así, en los
países democráticos, la «política general de la verdad» a la que se refería
Foucault (1980) posee un control organizado y un monopolio psicológico no coercitivos
y cuyo denominador común podría ser la «pasividad» en una gran mayoría de los
ciudadanos: las llamadas “sociedades disciplinarias” (Bourdieu). Una sociedad
que, además, se han convertido en “sociedades vigiladas”.
Sin embargo,
no debemos olvidar que un mundo gobernado
por los sistemas informáticos es más controlable y más manipulable ya que amplía
el control y la obediencia social. Si el uso intencional de la imagen (los podemos
calificar como persuasión o manipulación) o la administración de los signos en
los medios se ha utilizado para conseguir el control social, de la misma forma,
también se han utilizado para colonizar nuestro tiempo vital y la
estandarización de los estilos de vida.
Estamos informados de todo pero
no nos enteramos de nada.
Se ha producido la auténtica globalización:
la globalización de las mentes con la estandarización de los estilos de vida.
Teniendo en
cuenta todo lo anterior…
¿Los educadores y educadoras sociales y docentes
en general deben ser agentes de reproducción o sujetos de transformación?
Queremos
poner de relieve la necesidad de un saber comprometido y de la producción de
conocimiento socialmente útil a la vez que epistemológicamente relevante. Nunca
deberíamos perder el norte de que nuestros alumnos de hoy serán los educadores que
tendrán la responsabilidad de educar a otros en el futuro.
Será necesaria
una educación liberadora, cuya consecuencia inmediata sea la
construcción de una democracia fundada en un imaginario social autónomo,
crítico y creativo, que permita revertir el actual estado de desigualdad
socioeconómica y de tanta injusticia.
Urge
encontrar la vía del pensamiento reflexivo y crítico, ya que la fuerza
liberadora de la reflexión, como destacaba Morin (1998), es la garantía de asegurar
la capacidad de formular y formularse preguntas desde una pedagogía de la interrogación,
capaz de hacer que las personas aprendan a pensar por sí misma desde una
realidad compleja y dinámica. Atrofiar esa capacidad, o lo que es más grave,
perderla, podría suponer que fuésemos más vulnerables ante los lenguajes
persuasivos de los medios.
Ante este
contexto, tal y como afirman autores como Umberto Eco, es necesario participar
en una guerrilla semiológica implica intentar buscar nuestros propios significados
alternativos en los mensaje de los medios, pasando de la pasividad hipnótica a
un activismo sociocultural comprometido capaz de desvelar las ideologías invisibles
y los discursos autoritarios que forman parte de la cultura de la normalidad.
Eco, en su
ensayo «Hacia la guerra de guerrillas semiótica» (1967) venía a decir que si
existe la posibilidad de proporcionar a la gente herramientas que le ayuden a
ser críticos y críticas con los mensajes que están recibiendo, esos mensajes y
los medios en general pierden su potencial como instrumentos de control social.
Las herramientas a las que se refería Eco no son otras que habilidades basadas
en la reflexión y en la práctica de un pensamiento crítico.
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