CAPÍTULO 8: Mecanismos de autodefensa ciudadana
8.1. La doctrina del shock como control
social
La
unificación de las mentes y del pensamiento colectivo ha sido una clave histórica
constante en todos los sistemas políticos. Es lo que denominamos genéricamente
como control social.
¿Qué ocurre
tras la convulsión inicial y la parálisis psicológica después de un ataque
terrorista, una guerra, un tsunami o un colapso del mercado bursátil? Pues que,
generalmente, es más fácil quebrar la voluntad de las sociedades y las mentes
de los ciudadanos y las ciudadanas, que se vuelven más dúctiles, más maleables,
más versátiles, más sumisas y, sobre todo, menos críticas. El miedo y el
desorden son los nuevos catalizadores de un capitalismo del desastre que
practica, y con bastante eficiencia, lo que algunos autores como Naomi Klein denominan la doctrina
del shock.
Otro aspecto
de este fenómeno viene de la mano de las empresas de seguridad, ya que para
ellas, el desastre es un negocio en sí mismo, una oportunidad de hacer dinero
fácil, de acumular riqueza financiera a costa de las desgracias y el
sufrimiento de otros seres humanos.
En este
contexto los ciudadanos nos encontramos en un estado de conciencia pasiva y
dormida ante la hipnosis que generan los media en su conjunto y aferrados a
nuestros estilos de vida consumista. Transitamos nuestra existencia a veces con
llamamientos a la generosidad y a la solidaridad para que nos hagamos socios de
alguna ONG, apadrinemos alguna criatura o hagamos un donativo para una causa
justa. Eso limpia nuestras conciencias. Pero mientras eso sucede, los
verdaderos amos del mundo manejan a su antojo los hilos invisibles del
presente.
8.2. La respuesta ciudadana: entre la disidencia y
la indefensión.
Ante esta
doctrina del shock tenemos dos opciones: o bien nos quedamos en el rinconcito
que la sociedad nos tiene asignado y hacemos claudicar nuestra conciencia
crítica ante la excelencias de las regalías neoliberales, recibiendo así todas las
descargas que la doctrina del shock haya previsto y colaboremos con el
Orden establecido (y sobre todo, con los intereses de los que establecieron ese
Orden). O bien, nos convertimos en algo así lo más parecido a una gente
peligrosa, es decir, gente que se cuestione y se haga preguntas sobre la oficialidad
de la información poniendo en cuarentena la política general de la verdad y
posicionándose en una militancia disidente activa.
La segunda
opción implica también aprender a realizar otras miradas sobre la realidad. La
mirada nunca ha sido bien recibida por el poder ni por las clases que ostentan
ese poder. La mirada supone reflexión crítica sobre lo que se ve.
La Culture
Jamming:
Es un
movimiento de resistencia a la hegemonía cultural y a la sociedad de consumo a
través de técnicas de guerrillas de comunicación que alteran, a veces de forma
satírica o irónica, los mensajes de los media.
Técnica del spoofing: crítica de los mensajes publicitarios. Consiste en aprovechar la publicidad
central de las marcas y manipularlas hasta conseguir un contra-anuncio.
La técnica
del spoofing, también han sido utilizadas desde la publicidad
convencional. Por ejemplo, un anuncio de Benetton nos provoca un «escándalo
visual» de cierta consideración por su originalidad y su atrevimiento a tocar
temas y sensibilidades que son objeto de polémicas sociales. Benetton ha recurrido
a desmontar sistemáticamente muchos estereotipos o a buscar imágenes que en la
creatividad publicitaria tradicional nunca habría pasado por el filtro de la
lógica.
El Proyecto Censurado:
Desde
gobernantes griegos a emperadores romanos, pasando por el imperio ideológico de
la Iglesia, la comunicación social siempre ha sido impuesta desde un modelo
vertical, el mismo modelo autoritario que aún subsiste, impregnado de una
matriz mercantil desde la eclosión de los grandes medios de información de
masas (la información es una mercancía más). Sólo la eclosión de Internet pudo
y puede suponer desde la última década del siglo XX un modelo alternativo.
Los medios cuentan
con la ayuda de unos «guardianes de la puerta» (gatekeepers): aquellos
mecanismos censores que actúan de forma visible e invisible en los medios,
filtran aquella información que es considerada «políticamente correcta» y en
función de la «política general de la verdad» que cada sociedad, Estado o Gobierno
tiene establecida. Igualmente, estos filtros gestan, como apuntaba Marcuse
(1999), la formación del «pensamiento unidimensional»: el discurso autoritario
de los medios está plagado de hipótesis que se autovalidan y se repiten
incesantemente de forma monopolística y la ciudadanía acaba aceptándolas de
forma hipnótica como dictados de la realidad.
Las agencias
de noticias y las líneas editoriales de los medios ligan sus objetivos a
intereses comerciales y a los intereses del poder establecido. Se convierten,
como afirmaba Len Masterman (1993), en «grandes empresas de concienciación» que
generan todo un sistema doctrinario que no sólo despliegan las tres funciones
básicas que tradicionalmente se les ha asignado (formar, informar y
entretener), sino que proporcionan una forma, adjetivada de antemano, de entender
el mundo y comprenderlo.
En este
sentido, la contrainformación no sólo es necesaria, sino también
urgente. Entre otras razones porque podemos llegar a pensar que sólo existe una
realidad y que, además, es intocable.
No hay comentarios:
Publicar un comentario